Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

viernes, 22 de agosto de 2014

Narcisa de Jesús Martillo Morán

Nació en 1832, en la hacienda San José de Nobol, Daule, Ecuador. Fue hija de Pedro Martillo y Josefa Morán, campesinos propietarios, gente sencilla y profundamente creyente. En 1838, cuando contaba 6 años, falleció su madre.

Tuvo una clara percepción de su llamada a la santidad, especialmente a partir del sacramento de la Confirmación. Adquirió la costumbre de retirarse con frecuencia a un bosquecillo cercano a la casa, para entregarse libremente a la contemplación de las realidades divinas. Se propuso imitar a Santa Mariana de Jesús, identificándose con la vocación de víctima. Asumió un camino arduo de penitencia, para unirse más íntimamente a Cristo sufriente y ayudarle a la redención del mundo. Colaboraba en los trabajos domésticos y en los del campo. Era una joven reflexiva, amable, alegre, de carácter dulce y apacible, sumamente buena y obediente, caritativa, compasiva para con los pobres, extremadamente piadosa, amada por todo el vecindario. Joven muy hermosa, de ojos azules y cabello rubio, esbelta, fuerte y ágil. Se manifestó una excelente catequista.

En enero de 1852 falleció su buen padre. Narcisa, que contaba 19 años de edad, pasó a Guayaquil y se hospedó con una familia muy conocida que habitaba junto a la catedral.

Impulsada por un anhelo de mayor perfección y aconsejada por un religioso franciscano, se embarcó en junio de 1868 para Lima, Perú, y vivió como seglar interna en el convento dominicano del Patrocinio.

A finales de septiembre de 1869 se le declararon unas fiebres. Poco pudieron hacer los remedios médicos, pero continuó con su ritmo de vida normal, y así hasta finalizar la novena y celebrar con gran gozo la Eucaristía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, 8 de diciembre de 1869, Al final de la jornada se despidió de las hermanas, porque iba a realizar un viaje muy largo. Lo tomaron a broma, pero al poco rato una de ellas, la encargada de bendecir las habitaciones, advirtió un resplandor y una fragancia especial en la suya. Acudió la comunidad y comprobaron que había muerto. Contaba 37 años de edad.


Se supo después que había hecho voto privado de virginidad perpetua, de pobreza, obediencia, clausura, ayuno a pan y agua, comunión diaria, confesión, mortificación y oración. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 25 de octubre de 1992 y el Papa Benedicto XVI la canonizó el 12 de octubre de 2008.

viernes, 15 de agosto de 2014

Santo Hermano Miguel Febres Cordero

El día de su nacimiento en Cuenca el 7 de noviembre de 1854, sus padres tuvieron una gran tristeza al ver que el niño tenía los pies deformes. Y a los cinco años el pequeñín todavía no había dado los primeros pasos. Pero sucedió que un día observando un rosal florecido en el jardín de su casa gritó: "Miren qué hermosa es la señora que está sobre las rosas". Acudieron los familiares pero no vieron nada especial; y luego todos quedaron maravillados al ver que el niño se levantó y comenzó a caminar. La Virgen había empezado a ayudarle de manera impresionante.

Los religiosos Hermanos Cristianos fundaron un colegio en Cuenca y allí fue matriculado Miguel Febres. Miguel sobresalía entre los alumnos por su gran inteligencia pero sobre todo por su inmenso deseo de aprender.

Miguel deseaba ser Hermano Cristiano, pero sus familiares se le oponían porque ellos eran de clase rica y en cambio aquellos religiosos vivían muy pobremente. Lo envían a otro instituto pero allí se enferma y tiene que volver a su casa. Entonces al fin la familia le permite hacerse religioso Lasallista y toma el nombre de Hermano Miguel.

El trabajo del Hermano Miguel desde que entra a la comunidad hasta su muerte será sumamente intenso y no conocerá descanso ni tiempos perdidos en inutilidades. Dedicado de tiempo completo a ser útil a los demás, todas las horas del día dando clase, enseñando catecismo, atendiendo enfermos, estudiando idiomas (logra hablar cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, francés y latín) y escribiendo libros.

En 1907 los Superiores Mayores de su congregación lo invitan a que vaya a Europa a dirigir la publicación de libros que la Comunidad repartirá por muchos países. Se dirige a Bélgica, pero el clima de aquel país, con sus inviernos tan rígidos, le afecta la salud. Sin embargo, sigue trabajando fuertemente. Lo trasladas a España, donde el clima es más suave y el 9 de febrero de 1910, atacado por una pulmonía, muere santamente.


Después de su muerte empezaron a obtenerse milagros maravillosos por la intercesión del hermano Miguel y el 21 de octubre de 1984 el Papa Juan Pablo II lo declaró santo. 

viernes, 8 de agosto de 2014

Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores

Nació en Quito en 1618. Desde los cuatro años quedó huérfana de padre y madre y al cuidado de  su hermana mayor y de su cuñado, quienes la quisieron como a una hija. Desde muy pequeñita demostró una gran inclinación hacia la piedad y un enorme aprecio por la pureza y por la caridad hacia los pobres. Ya a los siete años invitaba a sus sobrinas, que eran casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el viacrucis.

Al escuchar un sermón acerca de la cantidad tan grande de gente que todavía no logró recibir el mensaje del Evangelio, dispuso irse con un grupo de compañeritas a evangelizar paganos. Otro día se propuso irse con otras niñas a una montaña a vivir como anacoretas dedicadas al ayuno y a la oración. Ante el fracaso de entrar en la vida religiosa, ella se dio cuenta que Dios la quería santificar quedándose en el mundo. Se construyó en el solar de la casa de su hermana una habitación separada, y allí se dedicó a rezar, a meditar y a hacer penitencia.

Se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: "Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo". Como sacrificio se propuso no salir de su casa sino al templo y cuando alguna persona tuviera alguna urgente necesidad de su ayuda.

Mariana recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. A un sacerdote muy sabio pero muy vanidoso le dijo después de un brillantísimo sermón: "Mire Padre, que Dios lo envió a recoger almas para el cielo y no a recoger aplausos de este suelo". Y el padrecito dejó de buscar la estimación al predicar.

Sucedieron en Quito unos terribles terremotos. Un padre jesuita dijo en un sermón: - "Dios mío: yo te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos". Pero Mariana exclamó: - "No, señor. La vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no soy necesaria. Te ofrezco mi vida para que cesen estos terremotos". La gente se admiró de esto. Y aquella misma mañana al salir del templo ella empezó a sentirse muy enferma. Pero desde esa mañana ya no se repitieron los terremotos. Por otro lado, una terrible epidemia estaba causando la muerte de centenares de personas en Quito. Mariana ofreció su vida y todos sus dolores para que cesara la epidemia. Y desde el día en que hizo ese ofrecimiento ya no murió más gente de ese mal. Por eso el Congreso del Ecuador le dio en el año 1946 el título de "Heroína de la Patria".


Acompañada por tres padres jesuitas murió santamente el viernes 26 de mayo de 1645. Desde entonces los quiteños le han tenido una gran admiración. Y por su mediación fueron muchos milagros alcanzados, que le permitieron recibir del Papa Pío IX la declaración de beata y del Papa XII la declaración de santa.

viernes, 1 de agosto de 2014

La Santidad

Cuando escuchamos que todo cristiano debe alcanzar la santidad, nos aterramos o nos hacemos los desentendidos, pues creemos que la santidad es para unos pocos y nos cuesta creer que todos podemos ser santos. Pero ¿Qué es la santidad? ¿Será verdad que solo unos pocos pueden o son elegidos para ser santos? Son preguntas fundamentales cuando hablamos de santidad.

San Pablo nos recuerda que todos fuimos elegidos por Dios para la santidad: “Él (Dios) nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Efesios 1, 4). Sí, fuimos elegidos en Cristo Jesús; por ello la santidad es tener como referente, de nuestra vida, a Cristo Jesús, para así reproducir su imagen en el mundo, así lo afirma el apóstol: “Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Romanos 8, 29). Esto es posible, por la sencilla razón que la santidad la hemos recibido en el bautismo, fuimos revestidos de Cristo Jesús (cfr. Gálatas 3, 27), debemos conservar la santidad, contemplando al Señor todos los días, como nos lo diría la Carta a los Hebreos, teniendo “fijo los ojos en Jesús” (12, 2).

El santo o la santa, es la persona que ha hecho una opción de vida por el Señor Jesús. Quiere vivir como nos lo propone el evangelio, busca tener los mismos sentimientos que Cristo (cfr. Filipenses 2, 5), haciendo todo con amor (cfr. 1Corintios 16, 14). Buscando con su vida el Reino de Dios (cfr. Mateo 6, 33).

La Iglesia Católica ha llevado al altar a tres ecuatorianos, a quienes por haber optado por el Señor Jesús vivieron santamente y transformaron sus entornos, ellos son: Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores, Santo Hermano Miguel y Santa Narcisa de Jesús.