Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

viernes, 1 de abril de 2011

DOMINGO 03 DE ABRIL

Juan  9: 1 - 41

1
Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.
2
Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
3
Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4
Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5
Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego
7
y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
8
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9
Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10
Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»
11
El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé y vi.»
12
Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
13
Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego.
14
Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15
Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16
Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
17
Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19
y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20
Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.
21
Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.»
22
Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
23
Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
24
Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.»
25
Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.»


El Evangelio de hoy nos narra la curación de un ciego a quien Jesús manda lavarse en la piscina de Siloé, y que se convierte en motivo de contradicción desde la oposición de los fariseos, que quieren desconocer y atacar, a Jesús a quien tratan de pecador.
Los fariseos interrogan al que era ciego e incluso a sus padres a quienes tratan de presionar, pero ellos en definitiva acuden al juicio de su hijo, diciéndoles a los fariseos que él ya tiene edad. En definitiva el hombre curado hace una apología de Jesús diciendo que no puede un pecador hacer lo que él hizo y termina diciéndoles que si ellos también quieren ser sus discípulos. Esto provoca la ira de los fariseos quienes le declaran: discípulo será tú, nosotros somos discípulos de Moisés.
Volvamos a la palabra de Jesús: tiene ojos y no ven, oídos y no oyen. Fue lo mismo que afirmó San Juan al comienzo de su Evangelio: “vino la luz y las tinieblas la rechazaron, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Y aquellos que lo recibieron Dios les dio el poder de ser sus hijos.
Ante la evidencia histórica y palpable  de aquel milagro, los fariseos siguieron empecinados en rechazar a Jesús. Hoy Dios se sigue manifestando de muchas maneras palpables en las personas buenas, en los acontecimientos, en los actos de valor, de palabra y de testimonio de millones de discípulos de todos los ámbitos y niveles de la Iglesia. Pero la escuela de los fariseos sigue vigente y la persecución contra Jesús y contra su proyecto de vida  en  la propuesta del Reino,  se sigue dando con todas las mañas, apuntando sus baterías, desde la violencia que sigue haciendo mártires hasta las formas más sofisticadas de propuestas que llevan a la oposición de la vida cristiana. Pero nosotros los verdaderos discípulos tenemos que tener los ojos abiertos y los oídos despiertos.

RETIRO DE ABRIL

Dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”.
Objetivo:
-          Descubrir que para comer en el Reino de Dios, es necesario comprender que la Eucaristía es el corazón del Evangelio e implica algunas exigencias”
Ejercicio:
1.       Es necesario hacer lectura orante de cada cita bíblica.
2.       Ve escribiendo todo lo que el Espíritu te inspire, es bueno escribir lo que sentimos, recuerda que vivir un retiro es darse la oportunidad de encontrarte contigo mismo y con Aquel que más te conoce y te ama. Así descubrirás lo que el Señor te está pidiendo y a lo que te invita.
3.       Es bueno que te des el tiempo necesario para cada Reto, el cual propone este retiro.
Un acontecimiento evangélico
La eucaristía es nada menos que un compendio vivo del evangelio en hechos y palabras. Para los cristianos de las primeras comunidades, la eucaristía era un acontecimiento evangélico que desplegaba todo el abanico de la experiencia evangélica y que exigía al menos tanto como el evangelio mismo. Conocer y vivir la eucaristía, ser eucaristía, era conocer, vivir y ser el evangelio de Jesucristo, Señor nuestro y de todos. Así debe ser para las comunidades de la iglesia de hoy.
Estar a la altura de las exigencias de la eucaristía, significaría entrar plenamente en el reino de Dios, comer en el reino de Dios – no ya en el remolino de retos terrenos, sino en el banquete celestial.
En una serie de diez comidas con Jesús el profeta, Cristo y Señor, Lucas expone las exigencias de la eucaristía. Dichas exigencias pueden ser incomodas, pero no lo son más que la presentación evangélica del ideal de la vida cristiana.
Por imposible que se nos puede presentar, dicho ideal no se debe rebajar nunca. Es un faro que nos encamina a todos hacia lo humanamente posible  y hacia el reino de Dios.
El evangelio trata sobre el reino de Dios, y la eucaristía es el corazón del evangelio “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”.

Comer en el Reino de Dios.
“Lo importante no parece ser tanto el que los alimentos sean bendecidos, sino el que los hermanos se reúnan para comer juntos”.
“El monje había entonado la bendición gregoriana “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”, y todos los demás monjes respondieron cantando: “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”.
Después rezamos juntos el Padre Nuestro.”
Son las palabras con las que el autor inicia su prologo de un libro que he leído y que lleva como título “Comer en el Reino de Dios” Eugene LaVerdiere, siendo este tema a partir del cual y teniéndolo como apoyo para el desarrollo del retiro que les invito a experimentar, a vivir, para reconocer lo que significa – comer en el reino de Dios – y descubrir que las comidas impregnan la estructura entera de la vida Cristiana, y que nos llevan a descubrir el sentido pleno del corazón del evangelio, lo cual es la Eucaristía.
Continuando con la experiencia, nos dice el autor:
La bendición por supuesto, estaba tomada del evangelio de Lucas (14,1-24), donde se relata una comida de Jesús en sábado en casa de un fariseo. Jesús acababa de decir cómo todo el mundo – incluidos los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos – debía ser invitado a la comida, no sólo los amigos, los parientes y los vecinos ricos. Fue entonces cuando uno de los comensales exclamó: “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!”(14,15).
“¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios! Éste versículo de la Escritura y su notación musical fueron seleccionados por el hermano Chrysogonus (el P. Chrysogonus Waddell) como una aportación al esfuerzo de Getsemaní por renovar las oraciones de las comidas en su comunidad. Que muchas veces se vuelven, oraciones que llegan a adoptar la forma de un Oficio perfectamente estructurado, con su salmodia incluida.
A lo que el Hno. Chrysogonus decía: Todo esto es bastante difícil si se trata meramente de “bendecir los alimentos”. Yo personalmente pienso que, en realidad, los fundamentos teológicos son más profundos. Lo importante no parece ser tanto el que los alimentos sean bendecidos, sino el que los hermanos se reúnan para comer juntos”.
Una comida no es tanto una cuestión de alimentos cuanto de personas. En toda comida, lo que cuenta no es el menú, sino la lista de invitados. Las bendiciones y oraciones, litúrgicas y no litúrgicas, tiene que ver con las personas que se han reunido para compartir la comida. Eso es lo que oímos en las palabras de Jesús, y es lo que oímos también de boca del comensal que exclamó: “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”.
La comida comunitaria, como la comida familiar, es ciertamente una epifanía, una manifestación de la comunidad eclesial. Como toda oración, participa de la eucaristía comunitaria, donde las comidas, aun las más ordinarias, alcanzan su expresión suprema de la ofrenda de sí y la comunión sacramentales, Cada comida cristiana revela aspectos del reino de Dios, donde los invitados son acogidos, comparten unos con otros, se renuevan las alianzas rotas, y todos quedan reconciliados.
La eucaristía revela todos estos aspectos del reino de Dios, así como su universalidad. Todos, incluidos los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos, están invitados a la mesa del Señor: “dichoso el que pueda comer en el reino de Dios”.
El reino de Dios está ya en medio de nosotros (Lc.17,20), pero también tiene que venir, como enseñó Jesús a sus discípulos en el Padrenuestro: “Venga tu reino”. Nosotros, como Iglesia, tenemos una responsabilidad al respecto. Para cumplir con nuestra responsabilidad oramos al Padre de todos pidiéndole el pan que necesitamos para hacer cada vez más presente el reino de Dios:
Lo mismo que las comidas cristianas familiares y comunitarias participan de la eucaristía y revelan aspectos importantes de la misma, así también la eucaristía participa de la mesa celestial del Señor, anticipándola, revelándola y promoviéndola.
Las comidas impregnan la estructura entera de la vida cristiana. No es de extrañar que Lucas viera la Ultima Cena de Jesús como un anuncio del Reino de Dios (22,16.18). Tampoco es extraño que viera cualquier otra comida celebrada con Jesús como parte de los orígenes de la eucaristía y como revelación de las consecuencias de ésta para la vida de la Iglesia.

I.                     Ahora bien, la invitación para este retiro, es que cada uno de nosotros a partir de algunas citas del Evangelio de Lucas, descubramos los retos a los que somos invitados para que realmente podamos decir que comemos en el Reino de Dios.

Una historia de comidas y viajes
Su vida entera, es pues, un gran viaje en el que las comidas y la hospitalidad desempeñan un papel decisivo para él y también para sus seguidores. Jesús, sus discípulos, todo el que lo siga después y la Iglesia misma, son gente que está de viaje, gente de hospitalidad, tanto dada como recibida. La eucaristía es la expresión suprema de dicha hospitalidad; les sostiene en su viaje hacia el reino de Dios.
En la narración de Lucas se refleja esta estimación de las comidas y los viajes, que cuenta la historia de Jesús y sus seguidores. En esos viajes Jesús es presentado como un profeta, como el salvador que es Cristo y Señor, que come con sus discípulos – tanto varones como mujeres – y con los doce, junto con recaudadores de impuestos, fariseos, escribas y muchas otras personas.
El Evangelio de Lucas contiene muchos relatos de comidas celebradas con Jesús. Hay diez en total, empezando con un banquete en casa de Levì (5,27-39) y terminando con una comida en Jerusalèn con los Once y las personas reunidas con ellos justo antes de la Ascensión (24,36-49).
Gran parte de la enseñanza de Jesús tuvo lugar durante las comidas. De hecho parecen haber sido el lugar privilegiado para la enseñanza de Jesús. Por su misma naturaleza las comidas proporcionan un entorno excelente para hacer aflorar los diversos problemas y cuestiones del grupo y también para mantener una conversión seria. Dada a la importancia  de las comidas en la vida de la comunidad, las comidas como tales fueron a menudo el tema de la enseñanza de Jesús “mientras comía”. En cada caso, sin embargo, el tema de la comida, aunque limitado en apariencia, resume un tema mucho más amplio y que afecta a  la vida de la comunidad.

II.                    Por eso querido amigo lo invito a darse la oportunidad del encuentro con el Señor que nos salva en y a través de su Palabra
A continuación presento los retos que Lucas nos muestra y que nos revelan el camino para realmente comer en el Reino de Dios, pues el reino de Dios es aquí y ahora, que nos encamina para seguir comiendo con él en el Reino Celestial.
Jesús en sus enseñanzas, en cada comida nos revela lo necesario para ser parte de su reino: la conversión, la reconciliación, la misión, dispuestos a servir- la hospitalidad, limpieza interior, a no buscar los primeros puestos, la justicia y la generosidad con los más pobres y necesitados, la comprensión de la pasión y muerte de Cristo y el reconocimiento del Señor resucitado en la fracción del pan.

III.                  Son diez las comidas en las que descubrimos las enseñanzas de Jesús y que nos muestras lo necesario para “comer en el Reino de Dios”

-          Podemos realizar nuestro retiro, haciendo la experiencia diaria con cada comida presentada en el Evangelio de Lucas.
-          Son diez comidas, diez citas del Evangelio según San Lucas.
-          Es necesario que nos demos nuestro tiempo para leer la Palabra, escucharla, meditarla, contemplarla y celebrarla.


1.       A la mesa con Jesús el profeta
2.       A la mesa con Jesús el Cristo.
3.       A la mesa con Jesús el Señor

1.       A la mesa con Jesús el profeta
En la eucaristía, los cristianos comen con Jesús el profeta. Así debemos estar abiertos a su interpelación profética y dispuestos a unirnos a él en la labor de interpelar a otros. Tales son las exigencias de la solidaridad de mesa. Para escapar a dichas exigencias, entonces, hay que retirarse de la mesa.
Por eso, vamos a contemplar a Jesús enseñando en torno a la mesa, y descubrir los retos a los que debemos enfrentarnos o mejor considerar cuando nos acercamos a la mesa, recordando que es en la mesa de la Eucaristía en donde descubrimos también al Jesús profeta que nos invita a la conversión.
1.1.  El primer y más fundamental reto que se plantea es el de la conversión, un proceso que nos implica a todos durante toda la vida. Quienes comen con Jesús el profeta deben estar dispuestos a dejarse transformar por su presencia. Debemos hacernos como èl, igual que èl se hizo como nosotros. Nadie està excluido del reto de la conversión. Nadie es justo. Todos estamos necesitados de arrepentimiento para el perdón de los pecados.
Es el reto del gran banquete en casa de Levì (5, 27-39).

1.2.  El segundo reto es el del la reconciliación. Quienes comen con Jesús el Profeta debemos tender de buena gana la mano, como gesto de cordial reconciliación, a quienes se arrepienten y son perdonados. La reconciliación es un proceso constante.

Es el reto de la gran comida en casa de Simòn el fariseo (7,36-50).

1.3.  El tercer reto fundamental es el de la misión, siempre llena de sorpresas. Quienes comen con Jesùs el profeta debemos estar dispuestos a acoger y alimentar a quens acuden a orile predicar y enseñar sobre el reino de Dios. Debemos estar preparados para lo inesperado, sabiendo que nadie tiene porque verse abrumado. La mesa eucarística no exige que seamos los grandes bienhechores, sino que conduzcamos a todos a compartir el pan del éxodo cristiano.
Es el reto de la fracción del pan en la ciudad de Betsaida (10, 10-17).

1.4. El cuarto reto atañe a las condiciones de un servicio o ministerio auténticamente cristiano. Todos tendemos a inquietarnos y preocuparnos por muchas cosas, descuidando la única necesaria, a saber, escuchar atentamente la palabra del Señor. Sin esto, todo pierde su valor cristiano.
Es el reto de la hospitalidad en casa de Martha (10, 38-42).

1.5.  El quinto reto tiene que ver con la limpieza externa, ritual, que al mismo tiempo descuida la limpieza y purificación interior. Quienes comen con Jesùs el profeta debemos atender a la limpieza interior para no convertirnos en fuente de escándalo que impida a otros adquirir las actitudes y el conocimiento de fe adecuados para comer en el reino de Dios.
Es el reto del almuerzo en casa de un fariseo (11,37-54).

1.6.  El sexto reto se refiere a la búsqueda de honores, privilegios y provecho personal, bien como invitado que busca el mejor lugar en la mesa, bien como anfitrión que invita a quienes pueden reportarle honor y gratificación personal. Para comer en el reino de Dios, los invitados deben buscar el lugar màs bajo, y el anfitrión debe invitar a los pobres y desamparados.
Es el reto de la cena sabática en cada de uno de los jefes de los fariseos (14,1-24)

1.7.  El séptimo está en relación con la justicia y la generosidad para con los pobres. Jesùs debe cumplir su misión trayendo en persona la salvación a los pecadores. Acoger a Jesùs en la propia casa requiere que los cristianos, actuemos de manera justa, compensemos cualquier injusticia, practiquemos la limosna y se aseguremos la limpieza, tanto interior como exterior.
Es el reto de la hospitalidad en casa de Zaqueo (19,1-10)

2.       A la mesa con Jesús el Cristo.

3.1.  No hay reto mayor que el de la Ultima Cena (22,7-13.14-38).. en la que Cristo se ofreció amorosamente en sacrificio por los allí reunidos, por todos los que se reunirían en el futuro e incluso por todos cuantos serían llamados  pero rechazarían la invitación a comer en el reino de Dios.

-          La solidaridad de mesa con Jesús el Cristo requiere que los comensales nos unamos a Cristo en su sacrificio, haciendo en su memoria lo que él hizo, ofreciendo nuestras propias vidas para que todos vivan y conviertan su sacrificio en fuerza activa dentro del mundo.
-          El reto también tiene que ver con la traición y la negación, y lo mismo ocurre con su cumplimento en la mesa del Señor. La traición en la Última cena significaba entregar a Jesús a quienes tramaban su muerte (22,21-23).
La traición para los cristianos reunidos en la mesa del Señor significa tratar con prepotencia a los propios hermanos y hermanas cristianos y exigir ser reconocidos como “bienhechores”. Entre quienes se sientan a la mesa de Jesús el Cristo, el mayor tiene que ser como el más joven, y el jefe como el que sirve (22,24-30).
Para los que se reunieron en la Ultima Cena, la negación significaba no querer reconocer relación alguna con Jesús (22,31-34).
-          Para los cristianos reunidos en la Cena del Señor, la negación significa empuñar la espada del guerrero contra la persecución. Quienes se unen a Cristo en su mesa deben màs bien, empuñar la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (22,35-38).


3.       A la mesa con Jesús el Señor
Los retos de la mesa de Jesus el Señor también son grandes. Tiene que ver con la comprensión de la pasión y muerte de Cristo y con el reconocimiento del Señor resucitado en la fracción del pan. También tiene que ver con el testimonio que ha de dar quienes comparten la mesa del Señor.
Para reconocer al Señor resucitado hay que hacer frente a la pasión y muerte que siguen produciéndose en cada cristiano y en la vida del Iglesia. Es preciso que la asamblea esté preparada  para partir el pan con el desconocido al que encuentra en el camino, sea éste quien sea.
Solo cuando la mesa de la asamblea refleje la universalidad del señorío de Jesús, podrá la asamblea reconocerlo en la fracción del pan (24,13-35)
Para dar testimonio de la resurrección del Señor, quienes comparten la mesa del Señor no solo deben acoger a todos, sino llevar realmente a todos, sean judíos o gentiles, el mensaje de la conversión para el perdón de los pecados. No solo reconocer al señor en el desconocido, sino verlo realmente en carne y hueso en su propio asamblea, muy especialmente en aquellos que les piden un testimonio de la resurrección del Señor (24,36-53).
Felicidades y que el Divino Salvador te acompañe en esta hermosa experiencia…