Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

miércoles, 30 de mayo de 2012

Convivencia "Movidos por el Espíritu Santo"

Agradecidos con Dios les compartimos estas imágenes de los 49 jóvenes que vivieron y compartieron la convivencia "Movidos por el Espíritu Santo", que se llevó a acabo los días 26-27 de mayo en la casa de Espiritualidad Inmaculada Concepción, en San Rafael-Ecuador. Y dirigida por la Pastoral Juvenil Salvatoriana. 

Fue una gran alegría poder ofrecer este espacio a los jóvenes que van a confirmar su fe en la Iglesia. Pedimos al Espíritu Santo que los inunde de su gracia, para que vean en Jesús de Nazaret la única verdad que transporta al Padre Santo. 


Saliendo a la Casa de Retiro 



Acogida y animación inicial

Encuentro con la Palabra de Dios

Reconocimiento de la persona de Jesús de Nazaret


Alimentando


Dinámicas 




El cordón de la vida 


Oración de la mañana, contacto con la naturaleza

Trabajo en equipo

Escribiendo a papá y mamá

Eucaristía Familiar

Oración de invocación de los siete dones del Espíritu Santo

Participantes de la Convivencia "Movidos Por el Espíritu Santo"

Equipo de Trabajo: Pastoral Juvenil Salvatoriana-Ecuador

domingo, 27 de mayo de 2012

Mujer


Martin Valverde afirma que “MUJER”, es un titulo en la boca de Jesús. Y no se equivoca. Pues cuando la nombra la dignifica, le entrega una misión, le despierta al servicio y la involucra en la construcción del Reino. Nunca la palabra MUJER es utilizada por Jesús para indicar esclavitud, sumisión, trabajo, objeto o discriminación. “MUJER” en la vida de Jesús es quien sabe escuchar, acoger, atender, actuar y desde luego sabe amar.

La MUJER no tiene por qué buscar un lugar, ya lo tiene desde la creación, es la ayuda adecuada del varón. Y es ayuda, porque posee lo que el varón no tiene, es su complemento. Lo triste es que las corrientes machistas o feministas provocan discusiones y grandes enfrentamientos desde lo que comparten, es decir, la inteligencia, la voluntad, la capacidad de amar, la capacidad de servir, etc., olvidando que esas capacidades que son iguales deben ayudarles para comprender y asumir aquellas de las que cada uno carece.


La MUJER piensa como MUJER y el varón piensa como varón, eso nadie lo puede cambiar y un proyecto impulsado por la MUJER nunca será igual si es impulsado por el varón, pero un proyecto impulsado por los dos enriquece de tal manera que no será nunca igual si lo hicieran solos. Eh ahí la gran importancia de constituir una familia en la unidad de una MUJER y un varón. La ayuda es complementaria y no de sumisión.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El Espíritu Santo Despierta


Fijemos nuestra atención en la iglesia primitiva que ora y esperar al Espíritu Santo; en esta Iglesia que después de Pentecostés vivirá la comunión dada por el Espíritu en la unidad fraterna; en la iglesia sufriente, perseguida y crucificada; en la iglesia cimentada sobre Pedro y el colegio de los apóstoles. Contemplemos esta Iglesia constituida esencialmente por testigos y misioneros que anuncian la buena nueva de Jesús. En el corazón de esta Iglesia vivimos nuestra consagración y en ella también nosotros somos testigos, misioneros, apóstoles y profetas participando de su misión profética.

Esta fiesta de Pentecostés de 2012 es un cumpleaños que nos sitúan en la experiencia y exigencia de los apóstoles al recibir el Espíritu Santo, de ese cambio radical y total en la vida de todos ellos. Pues de personas miedosas y recaídas, se volvieron hombres y mujeres capaces de dar testimonio de su fe, aun a costa de su propia vida. Celebrar Pentecostés es reconocer que toda nuestra vida estar relacionadas directa y personalmente con el Señor, que es Él quien hace en nosotros su obra, que es Él quien nos da los medios para vivir nuestra fe; que es Él quien nos capacitada para la misión y que nos da su gracia para dar testimonio y para anunciarlo a todos, hasta los confines del mundo.

Una fiesta como esta es la oportunidad para que cada uno de nosotros clame y se disponga para que el Señor nuevamente nos envíe su Espíritu Santo y dejarnos transformada por Él, dándonos la valentía y la sabiduría de los primeros discípulos.

Es la oportunidad de invocar al espíritu Santo con aquel himno que la iglesia ha conservado de Rabano Mauro, quien fue Obispo de Maguncia, donde pedimos al Espíritu Santo que visite el entendimiento de sus fieles. Que inunde con su gracia los corazones que él mismo ha creado.

Eusebio Betancour SDS
Religioso Sacerdote Salvatoriano
Del retiro del mes de mayo



La Mujer es discípula de Jesús


María de Nazaret, la joven virgen que acoge en su seno al Señor Jesús, junto con José reciben la misión de educarlo y formarlo.  Ellos deben transmitir a su hijo la fe de sus padres que ahora es de ellos, mostrarle que Dios ha sido fiel con su pueblo y que por ello deben cumplir con la ley religiosa: le circuncidan, le educan para guardar el sábado, en el momento indicado le hacen participar en la sinagoga, le enseñan los ritos de purificación y de agradecimiento, como también van en familia a las fiestas nacionales en el templo de Jerusalén. Así descubrimos cómo María cumple su papel de madre educadora, sin llegar a comprenderlo todo (Lucas 2, 19.50), pero con la confianza puesta en Dios que le ha encomendado tal misión.  

Ya cuando ha llegado la hora de Jesús, María, madre del Señor, se convierte en la discípula que está atenta a la voz del Salvador, ella asume su lugar de redimida, de oyente, de discípula. Porque sólo como discípula de su Hijo y Salvador Jesús logra esclarecer todo lo que no comprendía, logra asumir con claridad su misión en medio de la comunidad.

Como María, también hubo muchas mujeres que estuvieron junto a Jesús, aprendiendo de Él, recibiendo la dignidad perdida por causa del machismo de aquel entonces. Jesús las acoge, las educa, las libera, las sana, las anima y valora su aporte en la construcción del Reino de Dios, pues todos los seres humanos aportan para que el Reino de Dios se establezca.

Aquellas palabras de Jesús dirigidas a una mujer en el Evangelio de Marcos son perpetuadas y entregadas a las mujeres de todos los tiempos cada día: “Les aseguro: donde quiera que se proclame el Evangelio, en el mundo entero, se hablará también de lo que ella ha hecho para memoria suya” (Mc. 14, 9). Pues fue una mujer que amó infinitamente a Jesús, confió plenamente en su presencia, creyó en su palabra sanadora y liberadora, aceptó al Señor Jesús como único camino de realización; pero lo grandioso no fue sólo que sentía todo esto, sino que se lo manifestó con una acción profundamente significante: derramó un perfume costosísimo sobre los pies del Señor Jesús.


Por ello, MUJER, sé discípula del Señor Jesús, ven a sus pies y escucha su voz, luego sal al mundo para que todos conozcan lo que tú has vivido. Tu fe y tu fidelidad pueden transformar tu familia, tu trabajo y tu grupo social.

sábado, 19 de mayo de 2012

La Mujer también nos deja ver a Dios


Siempre hemos tenido en nuestra mente que Dios es el Padre, más aún el mismo Jesús le llamaba “Abbá, Padre” (Marcos 14, 36) y nos enseñó a orar diciendo “Padre Nuestro” (Mateo 6, 9). Y unido a esta idea de Padre está el hecho de que Jesús se encarnó varón; de esta manera al pensar en Dios lo relacionamos fácilmente con la personalidad masculina que con la femenina.

Por esta razón podríamos preguntarnos, ¿Dios es él o ella? Y al respondernos tendríamos que decir que Dios es él y es ella, también ninguno de los dos; pues nuestro lenguaje encasilla de tal manera que desvirtúa lo que es “él o ella” como desvirtúa lo que es “padre y madre”. El lenguaje no puede absolutizar lo que es Dios, ya que el lenguaje es limitado, pero sí debemos complementar lo que entendemos como “él o ella” o como “padre o madre” para cuando hablamos de Dios.

Tengamos presente que al crear Dios la humanidad la creó a su “imagen y semejanza” (Génesis 1, 26-27), varón y mujer fueron partícipes de lo que Dios es, todos tenemos algo de Dios, lo que nosotros tenemos por separado en Dios está unido. Por ello también la mujer tiene algo que decirnos de Dios, pues Dios le ha compartido algo de lo suyo que no lo compartió con el varón. Eh ahí que las buenas relaciones de varones y mujeres hacen posible la plenitud de Dios en medio del resto de la creación.

Muchas de las cualidades que manifiesta la mujer, y que poco vemos en el varón, han sido perpetuadas en las sagradas  escrituras como propias de Dios, entre algunas podemos rescatar: la ternura[1],  la sensibilidad ante el que sufre[2]; el vínculo con los hijos[3]; el dar todo por su creatura[4]; el reprender para educar[5] y el proteger con todo a sus seres querido reuniéndolos como la gallina bajo sus alas[6].   


[1] Salmo 25, 6; 116, 5;
[2] Isaías 66, 13; Apocalipsis 5, 1-4
[3] Isaías 49, 14,15
[4] Oseas 11, 1, 8
[5] Jeremías 31, 20
[6] Lucas 13, 34

lunes, 7 de mayo de 2012

La Mujer en el Proyecto de Dios


Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. (…)  Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó”. (Génesis 1, 26-27). Así descubrimos que la dignidad de la mujer, como la del varón, es propia de su naturaleza, por ser creación de Dios a su imagen y semejanza. “La humanidad es descrita aquí como enunciada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino.”[1] No existe diferencia de dignidad sino una relación de complementariedad. Dios nos ha creado y nos ha dejado participar de su imagen y semejanza tanto a varones como a mujeres. Tal complementariedad la podemos comprender claramente, cuando el libro del Génesis nos afirma que Dios creó a la mujer como respuesta al sentimiento de soledad del varón: “El hombre no se encontró con ninguna ayuda adecuada” (Génesis 2,20).  Así Dios responde generosamente a la soledad del varón con la presencia de la mujer, pues “Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma «carne» y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del varón un porvenir”[2].

Tal regalo de igualdad entregado al pueblo de Israel, para toda la humanidad, es ratificado por Jesucristo y proclamado por San Pablo, cuando afirma que “Todos los bautizados en Cristo han sido revestidos de Cristo: ya no hay (…) ni hombre ni mujer” (Génesis 3, 27-28). Enseñándonos así que quien ha sido bautizado en la Verdad de Dios debe superar cualquier rivalidad, enemistad o violencia de sexo, pues todos somos iguales.


Los cristianos estamos llamados a buscar cada día vivir en condiciones de igualdad, en la diferencia de los roles sexuales, sin buscar activismos feministas o machistas, sin encasillar a la mujer a la maternidad como único fin de realización femenina o llegar al otro extremo de imponerle un rol social que quizá ella no desea desempeñar. La verdadera complementariedad se da cuando las personas se sienten libres y respaldad por los suyos en los actos que hace a la luz de la única Verdad: Jesús.



[1] Joseph Card. Ratzinger, Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo, Roma, 2004, No 5. 
[2] Ibis, No 6 

jueves, 3 de mayo de 2012

¿Qué tengo que hacer para ganar la vida eterna? (Marcos 10, 17)


    Quizá no nos hemos hecho esta pregunta, porque posiblemente estamos seguros que tenemos la vida eterna, o sencillamente no nos hemos preguntado por ella porque estamos muy acomodados aquí en esta tierra. Pero resulta necesario que nos sintamos interesados por la vida eterna, por el solo hecho que será eterna, será nuestro siempre.

     Para la vida eterna no basta ser solamente cumplidor de la ley o de los mandamientos; en nuestra vida cristiana, no sólo es necesario el cumplimiento de las misas dominicales, la celebración de los sacramentos o participar en encuentro litúrgicos piadosos, pues eso hacía el joven rico del evangelio y parece que no le era suficiente, todavía le quedaba la duda de poder alcanzar la vida eterna (Cfr. Marcos 10, 19-20). Por ello “Jesús, fijando su mirada en él, lo amó y le dijo: ‘una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme’. Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.”  (Marcos 10, 21-22).

    El conflicto de este personaje bíblico no son “los muchos bienes que tenía”, pues no es negativo o perjudicial tener mucho bienes, el conflicto radica en su apego a esos bienes. Sus bienes, ya no eran para él un medio para vivir mejor, ya se habían convertido en su fin último, había puesto la esperanza de su felicidad y su realización en ser poseedor de esos bienes, pensaba que si se los quitaban su vida terminaría.

    No debemos aferrarnos a lo pasajero, a lo que pronto termina. Todo eso está allí para que tengamos bienestar en este mundo. Pero Dios lo creo para todos y nos pertenece a todos, por ello si alguno alcanza más debe compartir con aquel que no ha logrado mucho. Compartir nos permite tener presente que todo cuanto tenemos no es el tesoro para de nuestra vida.

     Tengamos siempre presente que “donde esté el tesoro, allí estará también el corazón” (Mateo 6, 21). Si nuestro tesoro son las comodidades de este mundo y lo pasajero que el mundo ofrece, estamos destinados a la desdicha eterna y no a la vida eterna, es necesario aceptar “la tijera” que Jesús nos ofrece para cortar con todo lo que nos ata a este mundo.