Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

lunes, 7 de mayo de 2012

La Mujer en el Proyecto de Dios


Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. (…)  Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó”. (Génesis 1, 26-27). Así descubrimos que la dignidad de la mujer, como la del varón, es propia de su naturaleza, por ser creación de Dios a su imagen y semejanza. “La humanidad es descrita aquí como enunciada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino.”[1] No existe diferencia de dignidad sino una relación de complementariedad. Dios nos ha creado y nos ha dejado participar de su imagen y semejanza tanto a varones como a mujeres. Tal complementariedad la podemos comprender claramente, cuando el libro del Génesis nos afirma que Dios creó a la mujer como respuesta al sentimiento de soledad del varón: “El hombre no se encontró con ninguna ayuda adecuada” (Génesis 2,20).  Así Dios responde generosamente a la soledad del varón con la presencia de la mujer, pues “Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma «carne» y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del varón un porvenir”[2].

Tal regalo de igualdad entregado al pueblo de Israel, para toda la humanidad, es ratificado por Jesucristo y proclamado por San Pablo, cuando afirma que “Todos los bautizados en Cristo han sido revestidos de Cristo: ya no hay (…) ni hombre ni mujer” (Génesis 3, 27-28). Enseñándonos así que quien ha sido bautizado en la Verdad de Dios debe superar cualquier rivalidad, enemistad o violencia de sexo, pues todos somos iguales.


Los cristianos estamos llamados a buscar cada día vivir en condiciones de igualdad, en la diferencia de los roles sexuales, sin buscar activismos feministas o machistas, sin encasillar a la mujer a la maternidad como único fin de realización femenina o llegar al otro extremo de imponerle un rol social que quizá ella no desea desempeñar. La verdadera complementariedad se da cuando las personas se sienten libres y respaldad por los suyos en los actos que hace a la luz de la única Verdad: Jesús.



[1] Joseph Card. Ratzinger, Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo, Roma, 2004, No 5. 
[2] Ibis, No 6