Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

jueves, 12 de julio de 2012

La oración espacio de encuentro familiar


El mal uso de la tecnología, inventos para el bien de la humanidad, sí que nos debe preocupar, pues ha causado un gran daño a los encuentros familiares. Aquel cajón mágico entretiene y logra que los integrantes de la familia se olviden del resto del mundo; aquellos aparatos musicales irrumpen con violencia los oídos con melodías inentendibles negando la posibilidad de escucharse mutuamente; los pequeños “inalámbricos” ocupan las manos de quienes escriben desesperadamente cortos mensajes negándole al padre, a la madre o a los hijos saludarse o abrasarse; y la modernísima tecnología que tiene todas las anteriores sumergen al miembro de la familia en mil cosas, que ya su ser se desprende de la realidad y se embriaga en una realidad que quizá no es la propia, impidiendo que logre alcanzar el encuentro familiar.

Los cristianos no podemos permitir que las familias se desintegren por los grandes aportes que el hombre ha creado para el bien humano, es nuestro deber aprender a usarlos y aprovechar lo máximo de ellos, sin dejar que ellos se aprovechen de nosotros.

Se hace necesario entonces tornar nuevamente la mirada a Dios, buscar la respuesta al sin sentido de la vida, tener el encuentro familiar con aquel que es fuente inagotable del amor. Ya que el hombre carente de amor es un ser materializado. La oración es precisamente encuentro con Dios. La oración es el alimento de las familias. En la oración las familias se fortalecen, alientan, animan, educan, corrigen y se ayudan.

El Encuentro Familiar
Cuando hablamos de encuentro no nos referimos a un saludo, a un solo estar juntos o sencillamente a un compartir, sino que nos referimos al intimar, al contemplar, al conocer al otro. Los encuentros permiten que yo me interese por el otro de tal manera que el sienta mi amor. Ellos logran que me desprenda de todo y de todos, que me interese por aquel o aquellos que tengo a mi lado.

Nos encontramos cuando priorizamos, cuando nos damos totalmente, cuando nuestro amar es sincero y generoso, cuando nos unimos sólo por encontrarnos para ser uno. La familia debe lograr fortalecer sus encuentros, lograr que su estar juntos no sea cotidiano y monótono, que sea verdaderamente un encuentro. Son los encuentros los que fortalecen alianzas, familiaridades, relaciones y sobre todo amores.   

La Oración Familiar
Las familias tranquilamente pueden vivir sin la presencia de Dios en sus hogares, pueden pensar y afirmar que no necesitan que Dios les diga cómo vivir. La pregunta es: ¿se puede vivir plenamente en el amor, dejando a un lado el amor?

San Juan, en su primera carta, afirma que “Dios es amor” (48). Si Dios es amor y la familia cada día está en la búsqueda del amor, ¿por qué no lo acepta y lo acoge en su hogar? Podemos pensar, sin miedo a equivocarnos, que es porque no se han dado tiempo de hablar con él, de encontrarse, de conocerle para amarle, porque no han buscado hacer oración.

En la familia es muy fácil encontrar el temor de dar el primer paso para convertirse en una familia de oración, pero San Pablo le dice a los esposos de la comunidad de Corinto “¿Qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer? (1Cor. 716), no hay que esperar el paso del otro sino que hay que darlo. Y así, estando la pareja fortalecida de Dios pueden transmitir su fe a sus hijos (Lc. 222).    

Es deber de la familia, encabezada por la pareja, propiciar el encuentro de oración familiar. Tener preparado el modo de orar, el tiempo previsto, el lugar asignado y los signos de la oración. Toda la familia debe estar al tanto de este encuentro con tiempo, para que así se preparen con un corazón generoso y deseoso de orar juntos.

La Oración Sacramental
La Iglesia doméstica, la familia, no puede olvidar que hace parte de la Iglesia universal (que somos todos los bautizados) y que la plenitud de la espiritualidad familiar es fruto de la plenitud de la espiritualidad eclesiástica, es decir, de todos los que formamos el Cuerpo de Cristo.

Es la vida sacramental (los sacramentos) la que permite que el cuerpo (la Iglesia) sea uno con la cabeza (Cristo). Cristo es quien, en la persona del presbítero, concede la gracia de Dios por medio de los sacramentos. Y la gracia, que es presencia de Dios en nuestra vida, es la que da paso a una plenitud espiritual.

Hay dos sacramentos que no dejan de alimentar al cristiano porque los vivimos continuamente, la Eucaristía y la Reconciliación. La familia debe animarse mutuamente para que estos dos sacramentos no se descuiden en la vida personal de cada miembro. En cuanto a la Eucaristía es muy positivo que asistan en familia, y en cuanto a la reconciliación, como en los otros sacramentos, debe existir un acompañamiento mutuo para que no se descuiden de participar en ellos.