Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

sábado, 7 de abril de 2012

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN

Hoy la Iglesia universal está de fiesta, nuestro corazón está hinchado de infinito amor, ya que Dios lo  ha rebosado sobre la humanidad.

El amor de Dios es tan grande e infinito que nos sentimos llenos de esperanza. Hoy nosotros hacemos propias las palabra del Apóstol Pedro, que sin temor pero sí con seguridad catequiza a Cornelio, un hombre bueno, un gran filántropo, pero que carecía de la presencia de la verdad revelada, Jesucristo.

Es misión de los apóstoles anunciar “a tiempo y a destiempo” la verdad que ha bajado del cielo. Que nadie se quede sin conocer y amar al verdadero Dios y a su enviado Jesucristo para que así todos juntos podamos servirle.

No anunciamos la historia de un mito o una gran leyenda, anunciamos la verdad que “pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”. Somos herederos de lo que fueron testigo los apóstoles; y al igual que ellos nosotros, por el llamado a la familia Cristiana,  recibimos un encargo: “Nos encargó predicar al pueblo y atestiguar que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.”. Esa es nuestra misión, anunciar y atestiguar la verdad.

Y la verdad, que se hizo carne, es el agua viva que baño a la humanidad de plena dignidad.

Por ello anunciamos y atestiguamos, que por más que aquella verdad fue y sigue siendo rechazada y crucificada, es la única verdad que da vida y la da en abundancia. Él ha vencido todo enemigo de la verdad con su resurrección, en él encontramos el sentido de la vida verdadera, que no es la perecedera y corruptible, sino que es la eterna y espiritual.

Jesús ha resucitado y con su resurrección nos dice que el mal y todos sus frutos no tienen la última palabra, también nos dice que no hay un fin sino una plenitud del ahora junto a la Santísima Trinidad.

Queridos hermanos que podamos gritar al mundo que la realidad humana ha sido dignificada por aquel “que pasó haciendo el bien” y que nos llama a la vida imperecedera porque nos ha abierto sus puertas.

¿Vida o Muerte?

Al encontrarnos en una época en la que el progreso se nos muestra como una gran herramienta para lograr la plenitud humana, pudiéramos pensar que también es una gran amenaza para cada varón y mujer,  por ende para cada familia y sociedad. ¿Quiere decir esto que el progreso es negativo o poco favorable para la humanidad? De ninguna manera; todo progreso es positivo y muy favorable, pero la prioridad que le damos es la que nos causa grandes dolores.

El hombre no puede renunciar a sí mismo, ni al puesto que le es propio en el mundo visible, no puede hacerse esclavo de las cosas, de los sistemas económicos, de la producción y de sus propios productos. Ya que el progreso se trata del desarrollo de las personas y no solamente de la multiplicación de las cosas”[1]

Estos dos caminos que se nos proponen hoy “la cultura de la vida” o “la cultura de la muerte” nos hace preguntarnos ¿vida o muerte? ¿qué queremos para nosotros y para los que vienen tras nosotros?  Y muy seguramente la respuesta inmediata y sincera, que nace del deseo más profundo, es la vida. Todos queremos vida. Pero preguntémonos de nuevo ¿produce vida lo que realizamos cada día, nuestras decisiones, nuestros diálogos, nuestras preferencias?

La vida es aquella que tiene plenitud, es la que nos deja vivir el hoy con lo necesario y nos promete la vida eterna (cfr. Lucas 18, 29,30), pues no hay plena vida aquí sin pensar en el allá. Vida terrena y eterna son una sola. Por ello Jesús se hizo hombre y venció la muerte con su resurrección, ya que él ha “venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10).

De esta manera solo cuando nuestra existencia terrena está iluminada en Jesús y proyectada en la eternidad podemos hablar de verdadera VIDA; de lo contrario, si nos aferramos a lo efímero y superficial, estamos anclados en la muerte. 


[1] Encíclica El Redentor del Hombre, Juan Pablo II, 1979, No 16