Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

viernes, 18 de marzo de 2011

DOMINGO 20 DE MARZO

Mateo  17: 1 - 9

1
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
2
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
3
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
4
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
5
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.»
6
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.
7
Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.»
8
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»



Hoy la liturgia nos presenta, en el evangelio de Mateo, la trasfiguración del Señor, en la presencia de los discípulos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan. Esta manifestación gloriosa es un preámbulo de lo que será la gloria plena de Jesús cuando regrese al Padre. Preámbulo también para el deseo de todo ser humano, estar cara a cara con Dios.
El acontecimiento se da en un “monte alto”, en un lugar apartado. Pues los encuentro con Dios se dan en la intimidad de los espacios y del tiempo. Nuevamente la altura, el monte, es escenario de revelación, de una entrega divina, como Moisés en el monte Sinaí. Esta revelación es precisamente en el “Hijo amado” a quien la ley y los profetas, representada en Moisés y Elías, le sostiene en su misión redentora. Como también es sostenido por la presencia del Padre, que está complacido en la fidelidad del Hijo, por ello ordena con gran fuerza: “Escuchadle”.
Esta orden divina, “Escuchadle”, nos sitúa ante Jesús el Cristo como el verdadero mesías y enviado a revelar los deseos del Padre, él ha sido fiel, por tanto ha entregado el proyecto a plenitud y el Padre lo resalta en estos últimos momentos de su vida pública, hace hincapié a los discípulos en que todo lo que el maestro ha realizado son sus deseos. De esta manera encontrarnos con la trasfiguración del Señor en este tiempo cuaresmal nos impulsa a buscar una relación más intima con el evangelio, un encuentro que enrice en nuestra vida las palabras, las acciones, los pensamientos y en sí toda la vida humana de Jesús de Nazaret. Pues solo el centrarnos en la persona de Jesús nos permite ir perfeccionando nuestro deseo de vida cristiana.
Reconocer que Jesús es el mesías, que es el único que nos puede conceder la salvación, no debe causarnos miedo, ya que al encontrarnos con todo su esplendor, el nos dice: “Levantaos, no tengáis miedo”. Levantémonos de nuestros pecados, de nuestras caídas, de nuestros descuidos, de nuestra flaqueza espiritual, y emprendamos el camino junto a él.