Nació en 1832, en la hacienda San José de Nobol,
Daule, Ecuador. Fue hija de Pedro Martillo y Josefa Morán, campesinos
propietarios, gente sencilla y profundamente creyente. En 1838, cuando contaba
6 años, falleció su madre.
Tuvo una clara percepción de su llamada a la santidad,
especialmente a partir del sacramento de la Confirmación. Adquirió la costumbre
de retirarse con frecuencia a un bosquecillo cercano a la casa, para entregarse
libremente a la contemplación de las realidades divinas. Se propuso imitar a
Santa Mariana de Jesús, identificándose con la vocación de víctima. Asumió un
camino arduo de penitencia, para unirse más íntimamente a Cristo sufriente y
ayudarle a la redención del mundo. Colaboraba en los trabajos domésticos y en
los del campo. Era una joven reflexiva, amable, alegre, de carácter dulce y
apacible, sumamente buena y obediente, caritativa, compasiva para con los
pobres, extremadamente piadosa, amada por todo el vecindario. Joven muy
hermosa, de ojos azules y cabello rubio, esbelta, fuerte y ágil. Se manifestó
una excelente catequista.
En enero de 1852 falleció su buen padre. Narcisa, que
contaba 19 años de edad, pasó a Guayaquil y se hospedó con una familia muy
conocida que habitaba junto a la catedral.
Impulsada por un anhelo de mayor perfección y
aconsejada por un religioso franciscano, se embarcó en junio de 1868 para Lima,
Perú, y vivió como seglar interna en el convento dominicano del Patrocinio.
A finales de septiembre de 1869 se le declararon unas
fiebres. Poco pudieron hacer los remedios médicos, pero continuó con su ritmo
de vida normal, y así hasta finalizar la novena y celebrar con gran gozo la
Eucaristía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, 8 de
diciembre de 1869, Al final de la jornada se despidió de las hermanas, porque
iba a realizar un viaje muy largo. Lo tomaron a broma, pero al poco rato una de
ellas, la encargada de bendecir las habitaciones, advirtió un resplandor y una
fragancia especial en la suya. Acudió la comunidad y comprobaron que había
muerto. Contaba 37 años de edad.
Se supo después que había hecho voto privado de
virginidad perpetua, de pobreza, obediencia, clausura, ayuno a pan y agua,
comunión diaria, confesión, mortificación y oración. El Papa Juan Pablo II la
beatificó el 25 de octubre de 1992 y el Papa Benedicto XVI la canonizó el 12 de
octubre de 2008.
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