Los cristianos estamos llamados a valorar el origen de la vida como el don que Dios quiere darnos, don que se posibilita con la ayuda del amor conyugal, el varón y la mujer que se entregan mutuamente dejan fructificar la vida de un nuevo ser. En ese encuentro matrimonial los nuevos seres reciben, junto con su existencia humana, la presencia de Dios, se hace una vida sagrada desde la concepción.
Cada nueva vida es una GRAN NOTICIA para la humanidad, y la podemos expresar como el ángel a los pastores, en el nacimiento del Señor: “os anuncio una gran alegría, os ha nacido hoy el Salvador” (Lc. 210). Pues todos somos partícipes de ese nacimiento y lo hemos renovado con nuestro nacimiento.
Es así que nuestra vida tiene un “más” desde el momento en que somos engendrados, ese “más” va creciendo desde nuestro nacimiento y se plenifica en el encuentro con Dios. Este gran dato sólo nos puede impulsar a vivir la vida con positividad, con amabilidad y con gran alegría, desde el amor que hemos recibido, seguimos recibiendo y recibiremos de Dios.