Nos
encontramos en un mundo que se desinteresa por las personas, por los
individuos, por sus verdaderas necesidades, pero curiosamente sumerge al hombre
en el deseo de individualidad, de tal manera que olvida que hace parte de un
grupo, de una sociedad, de una familia. Y las familias son muy propensas a dejarse
seducir por esta tendencia social. Con toda tranquilidad viven bajo un mismo
techo sin conocerse, sin amarse, sin confianza; pueden vivir creyendo que
tienen tales valores, pero ¿al relacionarse los miembros de la familia lo
siente?
El
problema de las familias no son los avances, no son los programas de
televisión, no son las influencias de afuera, sino la claridad de la misión que
tiene los padres. Cada época da las herramientas necesarias para brindar una
sana formación a las nuevas generaciones, se hace necesario vislumbrarlas y
asimilarlas; junto a estas herramientas siempre han existido valores que nunca
cambiarán, tales como la unidad, el conocimiento de las personas, la confianza,
todo sostenido por el amor.
Unidad en la Familia
Mat 19:4-6 El respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, = los hizo varón y hembra,
= (5) y que dijo: = Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?
= (6) De manera que ya no son dos, sino una sola
carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.»
La
verdadera unidad familia comienza con la unidad de la pareja, que han decidido
amarse por toda la vida. Es tan fuerte esta unidad, que Jesús nos habla de
formar una sola carne: así lo ha querido el Padre Celestial, así lo ha pensado
y así nos lo ha pedido vivir. Y claro, esa unidad, querida, pensada y pedida
por Dios, tiene su plenitud en el sacramento del matrimonio, momento
sacramental con el que le decimos a Dios sí acepto amar a esta mujer o este
varón como medio por el cual alcanzar mi realización y mi felicidad.[1]
Por
tanto si la pareja está unida y está bien, será más fácil brindar una sana
formación a los hijos. Pero en el caso de no tener una pareja constituida, sino
que se es cabeza de hogar, la unidad debe estar entre el padre o la madre con
sus hijos.
Miembros que se conocen
Los
miembros de la familia deben estar muy atentos para no olvidar que cada uno es
un ser distinto a los otros. Podemos tener “parecidos”, asimilarnos al padre, a
la madre, entre hermanos o a algún otro familiar, pero nunca seremos ellos.
Dios nos creo únicos y nos vamos constituyendo únicos.
De
esta manera podemos tomar conciencia que son odiosas y no muy formativas frases
como: “qué pasa contigo, ve a tu hermano”, “por qué tu primo sí puede y tú no
logras realizarlo”, “cuando yo tenía tu edad yo era, yo ya hacía”, “eso todo
mundo puede hacerlo, ¿y tú no? entre otras. Estas frases nos muestran que no
nos conocen, que ignoran nuestras capacidades y nuestra manera de enfrentar la
vida. Los padres de familia para formar
deben comprender a cada hijo como es, debe valorar lo que tiene, y animarlo
para que crezca en sus dones y talentos. Recordemos lo que nos dice San Pablo:
Rom 12:4-6 Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad,
posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma
función, (5) así también nosotros, siendo muchos, no
formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los
unos miembros de los otros. (6) Pero
teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada.
Confianza en la familia
Luc 2:48-52 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su
madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo,
angustiados, te andábamos buscando.» (49) El les
dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?» (50) Pero ellos no comprendieron la respuesta que
les dio. (51) Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía
sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su
corazón. (52) Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y
en gracia ante Dios y ante los hombres.
La confianza en cada acción de los miembros
es de gran valor, cumple la función de alimentar la confianza en sí mismo. Una
persona que no se siente respaldada por la confianza de sus seres queridos,
puede perder la confianza en sí misma.
Sí nos conocemos porque estamos unidos nos
tenemos confianza. Es importante que los hijos sientan que sus padres le respaldan
en sus metas, en sus sueños, en sus deseos y en su realización humana. Se hace
necesario dar respiro, dar apertura, permitir que se equivoquen y que caigan
para que crezcan. Hay que saber confiar.
[1] Haciendo un paréntesis. No
podemos olvidar que la vida de los hombres cuenta con decisiones equívocas, las
cuales no nos permiten constituir este deseo de Dios. Y Dios nunca rechaza a
una madre o a un padre cabeza de hogar, antes bien le acompaña y le asiste en
su caminar; pero sí le pide fidelidad a su misión, de cabeza de hogar, con
dignidad.