Mateo 7: 21 - 27 | |
21 | «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. |
22 | Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" |
23 | Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" |
24 | «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: |
25 | cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. |
26 | Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: |
27 | cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.» |
Cuántas veces decimos en el día o en la semana, en el mes o en un año: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, sin que tomemos conciencia de que la voluntad de Dios ya está hecha y que es a mi a quien corresponde cumplirla, hacerla vida en mi y en mis hermanos. y la voluntad de Dios se nos ha hecho explícita en los mandamientos de Dios que como bien lo sabemos, se resumen en el a m o r.
un maestro de la ley preguntó a Jesús, ¿ cuál es el precepto más importante de la ley? Jesús le respondió: amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el precepto más importante; pero el segundo es equivalente: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen la ley entera y los profetas: Mt. 22,36 -40
Solo quien se adhiere plenamente a esta palabra del señor y la hace vida, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre la roca. se trata de edificar nuestra vida personal, familiar y social sobre la fe en Jesucristo y su palabra. el mensaje que transmite el evangelista y la predicación del apóstol en su carta a los romanos 3, 21 y ss proclaman, pues, con tonos diferentes, la misma enseñanza fundamental: sin obras, la fe está muerta; las obras (de amor) deben ser fruto de la fe, que es don de dios. el salmo 18,8 dice: “ los mandatos del señor son rectos y alegran en corazón. la ley del señor es perfecta y es descanso del alma”.
el sermón de la montaña termina con unas exhortaciones de Jesús a que escuchen sus palabras y las pongan por obra, porque son la garantía del éxito en la vida. “aquel día”, el día del juicio, no valdrá apelar a que conocemos la palabra de Dios o que “hemos profetizado” en su nombre, o que “hemos expulsado demonios” o incluso que “hemos hecho milagros”. Lo importante es si hemos “puesto en práctica” o no esa palabra. en nuestra relación con Dios no basta pronunciar su nombre a menudo en la vida , no basta incluso hablar de él a los demás. la fe del discípulo pasa por una relación personal con Dios a través de lo que Jesús llama su voluntad. ¿Y cuál es esa voluntad divina? la palabra de Dios nos la revela; nos enseña lo que el espera de nosotros en nuestra relación con el, con nuestro hermano el hombre y con el mundo cuyo cuidado y desarrollo nos ha confiado.
No olvidemos la parábola de los talentos... no olvidemos que los mandatos de Dios no son palabras sino personas en tres dimensiones: Dios, el prójimo y tú mismo. y a Dios no le demostraremos amor sino en la vivencia del amor al prójimo y a mí mismo.