Mateo 25: 1 - 13
1«Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.2Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.3Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; 4las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas.5Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. 6Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!"7Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.8Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan."9Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis."10Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.11Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!"12Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco."13Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.
Apreciados hermanos las lecturas de este domingo nos dejan dos palabras claras SABIDURÍA Y PRUDENCIA. Estas dos palabras son fundamentales para comprender el mensaje que el Señor nos quiere entregar en este domingo, día en el que como familia cristianan, hermanos por el nacimiento bautismal, nos reunimos y dejamos que se visualice más concretamente el Cuerpo de Cristo.
Bien, meditar este evangelio es entrar en la reflexión de la vida y de la muerte, ya en esta semana la Iglesia nos ofrecía dos liturgia en la que recordábamos a los satos(los que gozan de la vida eterna), el 1ero de noviembre, y a los muertos (quienes nos precedieron en dejar esta materialidad), el 2dos de noviembre. Por tanto cuando vemos esta parábola de Jesús en el evangelio de Mateo se nos despierta la preocupación de saber cuan sabio somos, cuanto nos hemos acercado a Dios para alcanzar la sabiduría que sólo él nos puede dar.
La sabiduría de Dios es la primera herramienta que tenemos para ser prudentes, no fue por sola prevención que las mujeres llevaron más aceite, sino porque Dios despertó en ellas, por medio de su sabiduría, la prudencia. El sabio siempre es prudente.
Ahora bien, cómo podemos comprender el aceite y la luz que nos habla el evangelio: Pues la luz es aquella que se nos encendió en nuestro bautismo, la que recibieron nuestros padres y padrinos, y la que ellos se comprometieron a cuidar y proteger de todo mal que pudiese haber en el mundo. El aceite es el que diariamente vamos poniendo para que esa luz no termine, no se agote, sea eterna. Ese aceite es la oración, la eucaristía, la confesión, las obras de caridad, la solidaridad, la alegría que vamos cultivando con las relaciones humanas, en sí la recta vivencia religiosa y civil.