La fe, la esperanza y el amor, son tres dones maravillosos que el buen Dios nos ha entregado en el sacramento del bautismo, y se conocen comúnmente como las virtudes teologales. Pero ellas van creciendo en el niño bautizado en la medida que los padres y padrinos las van cultivando, con la oración, con la eucaristía, con su ejemplo de vida cristiana, son dones que en el caminar de la vida cristiana van tomando fuerza y forma. Recordemos que todo don para activarse requieren de nuestro aporte y del aporte de nuestros seres más cercanos.
Si padre y padrinos no olvidan el compromiso que recibieron en el bautismo de su hijo o ahijado, ante la respuesta afirmativa del interrogante: ¿Se comprometen padres y padrinos en ayudar a su hijo y ahijado en el crecimiento de fe que acabamos de profesar?, ayudaran para que en la fe adulta de su hijo o ahijado tenga un proceso en el que haga suyo la fe, la esperanza y el amor cristiano como algo propio y no impuesto.
La fe, la esperanza y el amor cristiano van madurando en el caminar porque lo hacemos un hábito de nuestro diario vivir; son precisamente virtudes porque las vamos adquiriendo y fortaleciendo en la repetición, y tenemos presente que vienen de Dios para que nos relaciones con Él y con nuestros prójimos.