Lumen Fidei
(La luz de la Fe)
En
un mundo en el que pareciera que la razón pretende ser la luz del hombre,
teniendo un señorío que, de alguna manera, gobierna toda la creación, se hace
necesario aquietarnos y preguntarnos ¿entregarle toda nuestra realidad humana a
nuestra propia razón, nos ha realizado plenamente?, ¿somos más felices?, ¿quizás
más hermanos entre todos? o mejor aún, ¿preguntémonos, somos más humanos? Si la
respuesta inmediata a este interrogante fuera plenamente positiva no
sentiríamos que “El hombre actual parece
estar siempre amenazado por lo que produce, es decir, por el resultado del
trabajo de sus manos y más aún por el trabajo de su entendimiento (razón), de las tendencias de su voluntad.”[1].
Producir,
dejar que nuestra capacidad de raciocinio dé frutos, de ninguna manera es
negativo o malo, pero cuando lo hacemos lejos del proyecto de Dios, con nuestra
propia autonomía y nuestra soberbia humana, olvidando que fuimos creados con
esa capacidad, que se la debemos a Dios, hacemos de nuestras creaciones máquinas
que destruyen las relaciones humanas, el hábitat y el bienestar de todos los
seres creados. Así descubrimos que la razón sí es una luz, pero fugaz, sin
fuerza, sin profundidad, sin plenitud para el hombre, cuando está lejos de Dios.
Al
hombre le urge volver la mirada hacia la FE, permitir que ella se su luz. “Y es que la característica propia de la luz
de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre.”[2];
esta luz va más allá de respuestas fugaces que tiene el hombre, esta luz tiene
la capacidad de iluminar el pasado, el presente y el futuro, la fe le da al
hombre una respuesta plena y total. Ahora bien, esta fe, de la que te hablamos,
que te invitamos a vivir, para que ilumine tu vida, está centrada en una
Persona: Jesús de Nazaret. Poner nuestra fe en Él, es dejarnos abrazar por el
amor infinito, es dejarnos iluminar por luz incandescente que hace de nuestras
oscuridades y tinieblas un día soleado en la armonía de la belleza de Dios. “La fe cristiana es, por tanto, fe en el
Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e
iluminar el tiempo.”[3].