Fijemos
nuestra atención en la iglesia primitiva que ora y esperar al Espíritu Santo;
en esta Iglesia que después de Pentecostés vivirá la comunión dada por el Espíritu
en la unidad fraterna; en la iglesia sufriente, perseguida y crucificada; en la
iglesia cimentada sobre Pedro y el colegio de los apóstoles. Contemplemos esta
Iglesia constituida esencialmente por testigos y misioneros que anuncian la
buena nueva de Jesús. En el corazón de esta Iglesia vivimos nuestra consagración
y en ella también nosotros somos testigos, misioneros, apóstoles y profetas
participando de su misión profética.
Esta
fiesta de Pentecostés de 2012 es un cumpleaños que nos sitúan en la experiencia
y exigencia de los apóstoles al recibir el Espíritu Santo, de ese cambio
radical y total en la vida de todos ellos. Pues de personas miedosas y recaídas,
se volvieron hombres y mujeres capaces de dar testimonio de su fe, aun a costa
de su propia vida. Celebrar Pentecostés es reconocer que toda nuestra vida
estar relacionadas directa y personalmente con el Señor, que es Él quien hace en
nosotros su obra, que es Él quien nos da los medios para vivir nuestra fe; que
es Él quien nos capacitada para la misión y que nos da su gracia para dar
testimonio y para anunciarlo a todos, hasta los confines del mundo.
Una
fiesta como esta es la oportunidad para que cada uno de nosotros clame y se
disponga para que el Señor nuevamente nos envíe su Espíritu Santo y dejarnos
transformada por Él, dándonos la valentía y la sabiduría de los primeros
discípulos.
Es
la oportunidad de invocar al espíritu Santo con aquel himno que la iglesia ha
conservado de Rabano Mauro, quien fue Obispo de Maguncia, donde pedimos al Espíritu
Santo que visite el entendimiento de sus fieles. Que inunde con su gracia los
corazones que él mismo ha creado.
Eusebio Betancour SDS
Religioso Sacerdote Salvatoriano
Del retiro del mes de mayo