Pensar que amar es un sentimiento es negarnos
la posibilidad de aprender a amar. Amar es un verbo y como todo verbo hay que
ejercerlo y ejercitarlo, no se puede amar si no decidimos amar. Como decidimos
comer, correr, trabajar, etc.
Pero
cuando decidimos amar estamos decidiendo alejarnos de todo lo que sea muerte,
pues existe la teoría que la palabra amor está compuesta por “a” que significa
sin y “mor” que significa muerte, por ende amar es vivir sin muerte.
Sin
miedo a equivocarnos podemos afirmar que Jesús, quien recibió la vida del Padre
(Juan 5, 26) y nos da vida en abundancia (Juan 10, 10), ama con el corazón. Los
evangelistas nos muestran el corazón humano de Jesús, un corazón que se compadece
por los que sufren; es misericordioso con los desdichados; perdona a los que se
han equivocado; ayuda a los que le buscan, en fin un corazón que ama hasta devolver
la vida a quien la había perdido.
Como bautizados y miembros del Cuerpo de Cristo
estamos llamados a escuchar a Jesús, quien es la cabeza, para amar con el
corazón. No podemos olvidar que Jesús de Nazaret, el Hijo del Padre hecho
hombre, nos hizo comprender que al hombre se le ha confiado el bienestar de los
otros hombres. Y para llevar a feliz término tan grande misión debemos mirar el
Corazón de Jesús y decidirnos a amar con el corazón; rompiendo envidias,
rivalidades, odios, egoísmos, sentimientos que lo único que causan son
maltratos físicos o verbales ocasionando fratricidios dentro de la familia de
sangre o en la familia espiritual.