A diferencia del cielo y del infierno el purgatorio es un estado transitorio. Es posible salir de allí. La idea del purgatorio no es netamente evangélica, es una reflexión que hace la Iglesia en la que desea trasmitir un mensaje misericordioso de la Trinidad. Y al estar la Iglesia sostenida por la presencia del Espíritu Santo, puede declarar como dogma de fe el estado del purgatorio.
Al ser la libertad del hombre la que define su “después de la muerte”, y al estar tan coartada la libertad por los grupos sociales, por la colectividad, el amor de Dios no descansa en la búsqueda de la salvación de toda la humanidad, he allí dónde el Espíritu Santo iluminó a la Iglesia a proponer un estado transitorio de purificación. El purgatorio cumple la misión de purificar a aquellos que buscando cada día la verdadera relación con la Trinidad de todas maneras habían caído en el pecado. Para así pasar al único lugar que pueden pasar los que se encuentran en el purgatorio, el cielo.
Para que se conceda la purificación de nuestros muertos se hace fundamental la oración, la eucaristía y la caridad con los hermanos, de nosotros que seguimos en la búsqueda. La comunión de la Iglesia peregrinante (nosotros) con la Iglesia purgante es de ayuda espiritual, pues nuestro deber es ofrecer eucaristías y solidaridad fraterna para que ellos puedan entrar un día al gozo celestial.
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