Hay
una desilusión en el ser humano
Han existido, existen y
muy seguramente existirán grandes personajes que aportan diferentes
pensamientos y diferentes modelos de vida, como también nos podemos encontrar
con grandes inventos tecnológicos y científicos que pretenden cubrir un algo
que deseamos saciar y no sabemos cómo. Pero ni ellos ni estos han logrado darle
plenitud a la sed que el hombre lleva por dentro. Tiene el hombre felicidades o
realizaciones pasajeras y debe emprender la búsqueda de otra cosa,
produciéndole cansancio, fatigas, tristezas, amarguras, inestabilidad en sí la
desilusión de no lograr sentirse realizado, de no sentirse pleno.
¿Quiere decir esto, que
el ser humano está condenado a vivir una situación de desilusión? Desde luego
que no. El hombre fue creado para el gozo eterno (Génesis 1, 27-28), fue creado
para la grata convivencia con el prójimo (Génesis 2, 25) y con Dios (Génesis 3,
8); pero toda esta realidad tuvo una ruptura, pues la condición humana se dejó
seducir por la presencia del ángel (Salmo 8, 5), que rechazó a Dios y a su
reino libre e irrevocablemente. Pero Dios que es amor (1Juan 4, 8) no olvidó su
deseo y aún con el pecado que entró en la humanidad se encarnó para que nos
reconciliemos con él (2Corintios 5, 19). Y quien lo acepta libremente es
considerado su hijo (Juan 1, 11-13).
El
Emmanuel trasforma la vida
Aquel hombre del que hemos escuchado, quizá
desde nuestra niñez, es mucho más que un sanador, que un milagrero, que un
hombre sencillo del pueblo de Nazaret o un hombre que construyó una historia. Jesús
de Nazaret es el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Es el cumplimiento de la promesa de
Dios a la humanidad, es su encarnación (Mateo 1, 18-25). Quien se entrega
plenamente a la condición humana, haciéndose uno de nosotros (Filipenses 2,6).
Pasando por la tentación de quien ha dicho no a Dios y venciéndolo con la
sabiduría divina (Mateo 4, 1-10). Jesús de Nazaret, el Emmanuel, es el
hombre-Dios, por eso nos puede indicar el camino, nos puede decir la verdad
para así alcanzar la vida que todos anhelamos. El transforma la vida porque
viene al encuentro como uno de nosotros, un igual, y nos habla como nosotros
comprendemos con el mágico auxilio del amor, del que tanto carecemos, tanto
buscamos y tanto necesitamos. Jesús nos transforma la vida porque nos hace sentir
amados.
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