Cuando
hablamos de misterio reconocemos que
se trata de una verdad incomprensible
porque excede nuestra capacidad racional como también comprendemos que es una presencia sobrenatural en los sacramentos.
De
esta manera cuando hablamos del MISTERIO
DE DIOS nos referimos a su verdad TRINITARIA
y a su ACCIÓN SACRAMENTAL. Dios es
la Santísima Trinidad: “Tres personas
distintas pero UN solo Dios verdadero”, que actúa por medio de la Iglesia
para concedernos su gracia santificante (Mateo 28, 19-20).
El Hijo
Por
ser Jesús quien nos revela este misterio divino iniciaremos la meditación
Trinitaria con Él. Su encarnación nos permitió conocer la verdad divina (Lucas
1, 30-35).
Jesús
de Nazaret, el hijo de María e hijo adoptivo de José, no es un hombre que hizo
cosas buenas, un sabio que supo guiar o un poderoso que logro sanar, Él es el “Verdadero Dios y Verdadero Hombre”, es
el que siempre ha existido (Juan 1, 1), pero que en un momento de su historia
se hizo uno de nosotros (Juan 1, 14). Y luego de pasar por este mundo haciendo
el bien (Hechos 10, 38) retornó al lugar del que había venido junto con los
suyos (Marcos 16, 19).
Jesús
vino para que nosotros tuviéramos claridad de la verdad (Juan 18, 37) y vida en
abundancia (Juan 10, 10), pues Él es la luz que nos aleja de las tinieblas
(Juan 12, 46). Para cuando nuestra vida esté en la plena luz y cimentada en la
verdad logremos sentirnos en el Reino de Dios ((Lucas 17, 20-21). Y viviendo el
Reino de Dios deseemos esa paz, alegría, sosiego eterno (Juan 6, 40). Esta es la salvación que nos da, por eso Él es
nuestro redentor.
El Padre
Es
el creador del universo (Génesis 1, 1). Jesús nos revela a la Persona del Padre
(Mateo 11, 27) y por eso nos motivó para que lo reconociéramos como “Abbá”,
Padre, nos enseñó a hablar con Él (Mateo 6, 9). Nos invitó a cumplir la
voluntad del Padre para brillar como estrellas (Mateo 5, 16). Ser fieles como
el Padre ha sido fiel con su creatura (Mateo 5, 48). Actuar con sencillez y
sinceridad de corazón (Mateo 6, 1. 4. 6.). Nos reveló que el Padre nos ama
tanto que se preocupa por nuestras necesidades y que por eso nuestra primera
preocupación debe ser construir el Reino de Dios (Mateo 6, 26-34). Y más aún
nos insistió en reconocer el amor del Padre en el perdón porque así sabremos
perdonarnos (Mateo 6, 14-15).
El Espíritu Santo
El
Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es quien realiza
e ilumina la obra de Dios (Génesis 1, 2. 2, 7. Mateo 1, 18. Hechos 2, 3-4). Es
la presencia divina que sostiene al Verdadero Hombre, Jesús, (Lucas 4, 18). Es
quien nos permite nacer en espíritu (Juan 3, 5-6). Es la promesa del Señor
Jesús para todos los bautizados (Juan14, 26) y el regalo del Padre a quien se
lo pida (Lucas 11, 13). El Espíritu nos indicará qué decir (Mateo 13, 11). El
Espíritu Santo es el que guía y sostiene la Iglesia y en ella a sus ministros
les da el poder de transmitir la gracia santificante (Juan 20, 22; Hechos 6, 5,
Hechos 8, 14-17; Hechos 9, 17. Hechos 28, 8.).
Por
último no podemos olvidar que el único pecado no perdonado es el que va en
contra del Espíritu Santo (Mateo 12, 32; Marcos 3, 29; Lucas 12, 10), por eso
el Apóstol Pablo nos insistirá en no entristecer al Espíritu (Efesios 4, 30).